
Ciertamente que esta Cuaresma ha tenido un sentido distinto a otros años. La Semana Santa, que se acerca, nos sorprende a los adultos con el corazón desgarrado y desconcertado, a causa del dolor de tantos hermanos nuestros que, a causa del terremoto, han perdido a familiares, casas, menaje, fuentes y herramientas de trabajo. Esta Semana Santa se vivirá en medio del sufrimiento, de la inseguridad, del abandono, de la soledad que experimentó Jesús en su pasión y Muerte.
Tampoco para nuestros niños será una Semana Santa parecida a la de otros años. No serán días de vacaciones, ni de fiestas, pero sí de celebrar que estamos juntos, que estamos cerca el uno del otro, que estamos ahí para querernos y acompañarnos. Serán días, para valorar la familia, para acoger, para contener y para solidarizar y compartir con los más sufridos de nuestros hermanos. Debieran ser días de serena alegría por Cristo resucitado y de una austera celebración.
Pidámosle al Cristo Resucitado volver a nuestra perdida austeridad, renacer al respeto por todos y cada uno de nuestros hermanos, a compadecernos activamente por la suerte de tantos chilenos que lo están pasando muy mal, y a una profunda reflexión sobre lo que Dios ha querido decirnos con estos hechos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario